La crisis económica ha despertado el interés por los impuestos ecológicos. Ver en estos sólo una oportunidad de obtener ingresos adicionales, estaríamos desaprovechando el potencial que tienen los instrumentos económicos para salir de la crisis. Keynes fue un conservador, el problema no era de motor, sino de alternador: la economía requería un empujón para ponerse en marcha, el gobierno incentivó la demanda pública. Para Pigou el fallo estaba en el motor, el mercado cuando no obtiene todas las señales de los precios funciona de forma ineficiente. Pigou propuso impuestos para la divergencia entre el coste privado y el coste social. Nicholas Stern, un siglo más tarde, saludo que las emisiones de CO2 tengan un coste asociado, que los agentes económicos integran en sus decisiones.
¡Regresan los impuestos ecológicos! El portavoz adjunto del PSC, Xavier Sabaté, ha propuesto una tasa a las nucleares, como la existente en Alemania, Francia y otras Comunidades Autónomas. Sorprende la respuesta que Lluís Recoder, consejero de Territori y Sostenibilidad, diera a diputado del PSC Jordi Terrades; "una tasa a la nuclear incrementaría el precio de la factura energética". ¿Es cierto?
Lo que incrementa el coste de la energía no es los costes de cada tecnología, incluida impuestos, sino que determinadas tecnologías de producción de energía sobradamente amortizada sean remuneradas con el precio de la última tecnología demandada por el consumidor. ¿Exista voluntad política de atajar estos costes, reformar unas normas y unos dogmas inadecuado para el interés del consumidor?
La tasa nuclear la propuso Joan Herrera (ICV) en el congreso con escaso éxito; sólo fue respaldada por 9 diputados. Las nucleares son máquinas de hacer dinero, me comentaba un director de la construcción de una nuclear: la tasa de Angela Merkel es inteligencia económica, obliga a repartir beneficios extraordinarios (windfall profit) de las nucleares con la sociedad. Lo único que las nucleares están dispuestas a colectivizar, y de modo forzoso, son los riesgos aplicando una política de socialismo de estado incluso en Estados Unidos.
Alemania obtendría un fondo de 30.000 millones de euros con esta tasa para abordar la revolución energética de las renovables. ¿Puede un gobierno, en tiempos de crisis, renunciar a unos ingresos adicionales, según Rocío Martínez-Sempere (PSC), de 200 millones anuales de euros que se obtendría si se aplicar la modesta tasa de Almaraz, que recauda el gobierno de Extremadura?
Ni siquiera nos plateamos la reforma fiscal ecológica aprobada en 1999 en Alemania. En las elecciones de 1998 los verdes en su congreso de Magdeburgo defendieron incrementar el litro de la gasolina a los 5 Marcos (un 150% en 8 años). El diputado del SPD Ernst Ulrich von Weisäcker, Presidente del Wuppertal Institut, en el diário Frankfurt Rundschau -el 14 de marzo- calificó la decisión de los verdes de un “harakiri político”.
No se precipiten. No es la bronca de antaño, "demasiados radicales". Una medida plateada como aumento progresivo según Weizsäcker le falta ambición, rapidez, para ser efectiva. Ni era eco, ni lógicas. Requería un incremento inicial mayor, para lograr un efecto sobre la demanda, acelerar el cambio tecnológico, así reducir sus efectos negativos. En un congreso extraordinario los verdes corrigieron este error “táctico”.
En cuatro meses, el 24 de marzo de 1999, la ley de la fiscalidad verde paso por el senado, "in extremis", la coalición SPD y verdes acababan de perder el senado para gobernar. Merkel saco a la calles los tractores. Llamo al gobierno “sepultador de la economía”. El resto es fácil de imaginar.
¿Qué es la fiscalidad ecológica? Hablar en nuestro país de fiscalidad ecológica es como hablar de condones en el Vaticano. Nuestra fe ambiental se asemeja a aquella fe de Agustín de Hipona, que decía “Dios hazme casto, pero no ahora”. La fiscalidad verde en lugar de verse una oportunidad, se percibe como un sacrificio, o peor, la renuncia a gozar de algunos de los pecados capitales.
El presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, rechazo la propuesta de la Comisión Europea de aplicar una tasa del 8% a la gasolina, dijo ”pondrían en peligro la sostenibilidad económica”. Así respondía a Ramón Aleu de Entesa Catalana de Progres en el Senado. La vieja falacia que contrapone ecología y economía. Aún las energías renovables son atizadas con similares argumentos, incluida que son insostenibles.
Lo que vale para Alemania no vale para España, argumentaba contra la tasa nuclear de modo burdo. Kai Schlegelmilch, arquitecto de la fiscalidad ecológica alemana, el último año lo ha pasado en el despacho de primer ministro Chino, Wen Jiabao, este quiere -gracias a en una reforma fiscal ecológica- convertir a China en el país más competitivo del mundo.
Dinamarca fue el pionero. En la crisis de 1993 aprobó un impuesto sobre las emisiones de carbono y energía; el resultado, redujo un tercio la tasa de paro, un ahorro del 10% anual de la energía, exporta a medio mundo eficiencia energética y energía eólica. ¿Qué camino cogimos en 1993? Tres devaluaciones de la peseta. ¿Qué país mejoró su competitividad y sostenibilidad?
No es un tema de colores políticos. Nicholas Sarkozy hace dos años nombro a Michael Rocard (ex secretario general de lso socialistas y dos veces primer ministro) presidente de una comisión para elaborar una contribución (impuesto) del clima y la energía. Una tasa inicial de 32€ la tonelada de CO2, con un aumento progresivo para llegar a 100 € en 2020. Ségolène Royal, no saco los tractores, pero sí sacó al partido socialista a la calle. Manuel Valls, alcalde socialista del sur de Paris, no podria hacer otra cosa que pedía al partido seguir las recomendaciones de Michael Rocard. Daniel Cohn-Bendit calificó a Ségolène Royal de ejercicio de demagogia fiscal. Ella, que calificó la medida de ridícula, acabo haciendo el ridículo. Martine Aubry, entre dos aguas, dijo que es “insuficiente, al no afectar las grandes empresas”. ¿Ignora que las grandes empresas deben de pagar el coste del CO2 fijado por los mercados de carbono?
Tenemos un sistema fiscal heredado de la ideología del crecimiento: abundante empleo gracias a energía barata. El reto del siglo XXI en poco se parecer al del siglo XX. Necesitamos crear empleo gracias a la revolución energética, hacer un uso eficiente de recursos finitos, desarrollar nuevas tecnologías más eficientes. No requiere energía barata. Requiere un sistema fiscal adecuado. Mejorar el funcionamiento del motor. En cambio, ¿seguimos pensando en el alternador?
En los felices años sesenta –antes de la primera crisis energética- comprar un libro de gasolina costaba unos veinte minutos de trabajo, actualmente basta con 3 minutos. La fiscalidad ecológica restablece aquellos equilibrios. Reducir cotizaciones sociales y incrementar tasas ambientales. Que la energía sea tan eficiente como el trabajo es productivo. Son medidas coherentes con la austeridad al obtener ahorro futuros, al tiempo que reactiva la economía, no genera endeudamiento.
¿Qué dirección toma Europea? El gobierno económico europeo convertido en recomendaciones (queda en propuestas de estudios), que ni siquiera son tomadas en consideración. Jacques Delors estuvo a punto de alcanzar un acuerdo en 1997, coincidiendo con el Protocolo de Kyoto. ¿Cuál es el origen de este inmovilismo intelectual en que se ha sumergido Europa?
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