viernes, 3 de junio de 2011

¿Hacia dónde deben mirar los mercados de carbono? JORDI ORTEGA

La Carbón Expo se inició con un jarro de agua fría. El mercado de carbono ha sufrido en 2010 un colapso; el volumen de negocio ha adelgazado. Incluso el mercado europeo puede verse comprometido ante las incertidumbre del mercado, falta de ambición de acuerdos. Hay demasiadas incógnitas sobre qué pasará después del 2012, cuando acaba el primer período de cumplimiento de Kioto. Quizá alguien juega con el calendario Inca, que acaba el 2012.



Los mercaderes de los derechos de emisión carbono reunidos en Barcelona no viven para disgustos, rabias y pesares. Permitan mostrarles en una cita las causas de tantas inquietudes y desasosiegos: “si el que compra partidas ve que bajan de precio, le da rabia de haber comprado. Y si suben, le da rabia de que no compró más. Si compra derechos, suben de precio, vende, gana y luego vuelan aún a más alto precio del que ha vendido, le rabia de que vendió por menor precio. Y si no compra ni vende, y van subiendo, le rabia de que habiendo tenido impulsos de comprar, no lo hizo…”. La cita es posterior a la crisis, no actual, sino a la primera crisis bursátil de 1688. Un texto actual aunque fuera escrito por el sefardita Don José de la Vega.



Pretender evitar disgustos, rabias y pesares del mercado es tanto como querer excluir de él los riesgos. No deberíamos dejarnos llevar por el pesimismo. Se trata más bien de una enfermedad infantil; que sin ella no se madura. De un mercado en que todos eran compradores y nadie vendía, se pasó a su opuesto; todos venden y nadie compra. El derecho de emisión de CO2 llego a costar 30 euros la tonelada, cuando nadie vendía, y cayó a 0,1 euro cuando nadie compraba. Ahora está en unos 16 euros la tonelada de las emisiones de carbono.


Los mercados de carbono son una ingeniosa idea para convertir un intangible como el CO2 en un recurso con valor. La idea es generar recursos financieros para abordar el cambio climático. Pero por el camino nos olvidamos del clima. Los únicos recursos que se movilizan son contratos de opciones futuras, en que el comprador se libra de responsabilidad de comprar y el vendedor adquiere obligaciones de vender.



El desarrollo de las energías renovables (claves para combatir el calentamiento) no lo ha traído precisamente los mercados de carbono, sino los precios regulados en la tarifa (“feed-in tariff”), que permiten el desarrollo de renovables con un marco previsible, estable y seguro.


El mercado tiene limites. Como hemos visto de desasosiego del comprador (por miedo a la escasez) hemos pasado de la calma del vendedor (temor de excesos). Se ha dedicado más a construir castillos en el aire sin abordar unas urgencias que se han convertido en emergencias.


En la Carbon Expo, el representante chino anunció la creación de comercio de emisiones de carbono para más de 1.300 millones de chinos. Europa duda mientras Estados Unidos reflexiona. La negligencia benévola que se contenta en postergar decisiones. China se ha mostrado más eficaz y pragmática que Occidente. Mientras Europa debe decidir si mantenerse generosa con los emisores o acepta el reto y desafío optando por la ambición.


¿Que podemos aprender de China?


No sólo el poder se desplaza al Este; las potencias siglo XXI son de tamaño XXL. En la medida que Occidente como potencias del siglo XX facilita que China sea una potencia del siglo XXI. China no suplantarán el papel de las potencial del siglo XX, ejercerán de potencial del siglo XXI. En Copenhague, no se llego a acuerdo, no se comprendió que el mundo que existía ha desaparecido.


La decisión China de crear un comercio de carbono obedece a una pragmática política interna. El cambio climático quizá no sea tan importante como mantener una estabilidad interna; en la medida que logre una modernización ecológica podrá mantener la estabilidad interna. Un mercado de carbono forma parte de su política interna. Lo que para Europa es su política externa, lograr proyección exterior.



No es Europa sino China la que decidirá lo que producimos y que consumimos, y más importante, el cómo lo producimos y cómo consumidos. Una Europa débil y divida se hace ilusiones pensando que seguirá determinando la historia. Ni siquiera es capaz de cooperar para salir de la crisis.


La vieja Europa está demasiada encerrada en si mismas. Se atrinchera en sus fronteras y seguridades. Carbón Expo celebrada en Barcelona permite que brillen por su ausencia determinados actores económicos, prefieren el provincialismo de mirarse a si mismo. Mientras habla de exportación e internacionalización, en círculo, ignora la eclosión de los mercados de carbono.



Cuando nos demos cuenta que quién no estuvo sentado en la mesa (de negociación), estuvo el el menú (lo negociado), ya será demasiado tarde, se nos habrán comido. Europa, como declaraba Peter Zapf representante de la Comisión Europea, ha estado perdiendo tiempo valioso esperando a Estados Unidos, para construir un mercado global de carbono, "ahora tenemos que mirar hacia el este, China y Corea del Sur". China ni va a esperar a Europa ni a Estados Unidos.

martes, 31 de mayo de 2011

Un cambio de valores, Jordi Ortega


El accidente de metro de Valencia, el 3 de julio 2006, nos mostró de golpe las desigualdades de género. Doce fallecidos eran hombres y 29 eran mujeres. El dato parecía indicar que el transporte público es más cosa de mujeres. Un estudio del Instituto de Economía y Estadística de Francia muestra más diferencias: las emisiones de gases invernadero de un hombre (derivadas de todas sus actividades) son 7,98 kg deCO2 al día, frente a los 6,79 kg CO2 de una mujer. La huella ecológica de una mujer es de 32,2 kg de carbono al día y la del hombre, 39,3 kg diarios.

¿Cuál es la causa de esa desigual huella ecológica? Las expectativas de ascenso y promoción social de los hombres están vinculadas a ciertas conductas más intensivas en energía: más viajes en avión y en coche, más reuniones de trabajo, más comidas y cenas de trabajo...

Alguien puede pensar que las mujeres, en cuanto accedan a retribuciones más equitativas y a puestos de más responsabilidad, dejarán la misma huella. Pero las mujeres anteponen la conciliación de la vida laboral y personal a su carrera profesional. No podemos replantear el comportamiento ecológico del varón mientras no modifiquemos la escala de valores y su modelo de representación social. Determinadas pautas de varón y su excesivo uso de energía no deberían formar parte de las expectativas sociales deseables.

La gestión de lo público debe motivar los cambios hacia políticas ambientales blandas, algo que se ha hecho visible en parte con la llegada del AVE, que ha prestigiado el ferrocarril como transporte público frente al avión. Situar la lucha contra el cambio climático dentro de las expectativas sociales puede ser una palanca de ese cambio. Y precisamente estos estudios de género albergan un gran potencial para incentivar los cambios.

Jordi Ortega, investigador de la Universidad Carlos III



* Existe aportaciones desde la psicología del comportamiento instrumentos eficaces para desarrollar políticas públicas en donde las motivaciones y el cambio de valores tomen protagonismo. El vehículo híbrido de toyota prius no tiene una gama de gasoil o diesel, la opción de comprar este coche quiere mostrar unos valores distintos, de responsabilidad social y ambiental. Las políticas de culpar el 4x4 con impuestos, lleva a distinguir a quien puede pagar, en lugar de cambiar valores refuerza determinadas actitudes. Analizar los valores presentes en las decisiones económicas que no se basan en razones económicas, de rentabilidad, sino tiene su base en razones sociales y psicológicas. El diseño de las políticas públicas se orientan en razones económicas sin entender la fuerza que tiene los valores en las decisiones. Es un un momento de crisis, como el actual, en que los valores cambian, vemos cambios de patrones de comportamiento que la propia crisis, motivos económicos no es capaz de dar todas las razones de estos cambios.