La reforma de la constitución es un inesperado balón de oxigeno a una Angela Merkel que ha perdido apoyo parlamentario. Intenta alcanzar un acuerdo con la oposición. El SPD exige abordar la crisis del euro con respuestas globales a largo plazo, en lugar de la ampliación periódica de los rescates. Entre las propuestas una tasa a las transacciones financieras con la que financiar los eurobonus. Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas y otros expertos económicos de la CDU están de acuerdo. Pero Brüderler (FDP) objeta que esas tasas serían trasladas a los clientes.
¿Para algo más va a servir la reforma constitucional? Herman van Rompuy declaraba que no cree necesario el límite del déficit, la “regla de oro”, en la constitución. Desde el estallido de la crisis, recordaba Michel Rocard, no han faltado oportunidades para tomar decisiones inadecuadas. Las cumbres del G20 han apelado a una mayor regulación financiera. Sabíamos las respuestas adecuadas. Pero seguimos igual que antes de la crisis, los mercados funcionan sin restricciones, nadie está vigilando los especuladores o los mercados de derivados se mueven sin normas oficiales ni en contacto con la economía real.
Michael Rocard 7-8 enero 2010
Las turbulencias financieras no se deben a la debilidad del euro, ni a desequilibrios estructurales de la eurozona. Estamos ante una crisis política. La unión monetaria fue parcial, sin unidad política; Europa construida sobre un Banco. Maastricht era el primer paso de una integración a nivel europeo, como si la estabilidad presupuestaria fuera suficiente para el equilibrio de la eurozona (el mercado ejerce un control mucho más estricto, se llegó a decir).
La integración Europea no ha venido de la mano de aventuras utópicas e idealistas. Es fruto del realismo y coraje político. La moneda única puso fin a los ataques que estaban sufriendo las distintas monedas. La zona euro se enfrenta a una situación idéntica; sólo se podrán frenar los ataques a las deudas soberanas con un nuevo impulso a la integración política y económica de Europa.
Era las tareas que tenia sobre la mesa la cumbre europea del 21 de julio. En lugar encarar “soluciones” se aprobaron “mecanismos”. Con ocurrencias, como calificó Jacques Delors, la propuesta de crear un Ministro de Finanzas (¿no basta tener cuatro cabezas?). ¿Creían los políticos que los mercados esperarían a finales de septiembre para que las conclusiones de julio se conviertan en hechos?
El 17 de agosto los mercados se desplomaban. Un miércoles negro. La inesperada reunión de Angela Merkel y Nicholas Sarkozy se esperaba –por realismo político- aceleraran las decisiones del consejo de julio. En lugar de traer los eurobonus se rechazan estos de modo expreso. Cuando es el modo más efectivo de reducir la carga de los intereses que soportan las deudas de países periféricos. Temen que esta deuda pueda acabar contagiando Europa.
Se puede pensar que los inversores, que aprietan los mercados de la deuda, si son inteligentes no acaben ahogando a los deudores. La ética aristotélica, cultivada en Oxford, nos recomendaría acudir a la ayuda, aunque sólo sea para cobrar, de los deudores. Las reglas son otras. En las “ventas al descubierto” los especuladores toman prestadas estas deudas o valores, que luego venden. Desde las agencias de calificación se pone en duda la solvencia de estos valores, cuando los precios caen lo suficiente, compran para volver lo prestado con alguna comisión. Cuando más caiga la economía mayores son los beneficios.
Los ataques bajistas no son provocados por inversores irresponsables sino unos mercados que funcionan con reglas y dogmas irracionales. Este tipo de operaciones, más allá de poner en peligro la economía real, es un ataque al proyecto europeo.
¿Quién calmó el miércoles negro a los mercados? No fue el presidente del gobierno sino la Comisión Nacional de Mercado de Valores. Las autoridades de los mercados de valores de Francia, España, Bélgica, e Italia prohibieron la venta en corto o al descubierto. Pocos días antes advertía la CNMV que “es preciso revisar la operativa de los mercados de valores con el fin asegurar la estabilidad financiera”.
Joschka Fischer mostraba las distintas opciones que tiene Europa. Seguir, falta saber por cuánto tiempo, improvisando y tirando de ocurrencias de modo irresponsable; prolongará la crisis. La política “ad-hoc”, responde a los efectos sin enfrentarse directamente a las causas, advertía Jürgen Habermas, socava la confianza y solidaridad europea, creando confusión, reclamaba a los líderes europeos hacerse cargo de las agenda política. Otro camino es el abandono directo del euro, dando la razón los que consideran la moneda única un error. No sería el regreso a las viejas hegemonías europeas sería el inicio de un caos ingobernable. China está exigiendo seriedad a Europa, como se dejo claro en su visita al viejo continente Wen Jiabao, un intento de arrastrar a Europa al nuevo juego global del siglo XXI. La tercera opción es reiniciar un nuevo proceso de integración política. La continuidad del proyecto europeo está en juego, con una crisis que socava los propios cimientos de dicha unidad.
Las presiones están sobre Francia. Las fantasías de que una salida ordenada de países de la zona euro, ignoran que Francia no puede abandonar a los países del mediterráneo a su suerte. La ruptura del eje franco alemán se rompería Europa. Aquí la reprimenda de Helmult Kohl a Angela Merkel, rota Europa, Alemania regresaría a sus tenebroso pasado.
Helmult Kohl y Joschka Fischer
Se pretende resolver la crisis del euro como si se tratase de una cuestión técnica. Situar la política de estabilidad presupuestaria en la constitución, sin medidas concretas, no va a tranquilizar los mercados. Estamos ante una crisis política. La integración europea requiere una decisión profundamente democrática y política, que no puede despachar detrás de bambalinas en las que se mueven políticos. Los gobiernos deben de luchar por construir mayorías en defensa del euro y las consecuencias que conlleva. Volvemos al discurso de Maastricht que mostró sus limitaciones y fracaso.
Sólo una política fiscal europea puede contener el gasto, evitar el déficit privado, la condición de los eurobonus. Situar el equilibrio presupuestario en la constitución ofrece la imagen de un gobierno que se ha excedido en su política social. Felipe González recordaba que el déficit cero es las tesis ideológicas del “tea party”. Recordemos que en 2008 hubo superávit, que permitía reducir impuestos. Era un momento del rigor fiscal y contención del gasto privado.
En los años dorados de Alans Greenspan: el gurú del dinero barato, aquellos años que reclamaban rigor políticas sociales anoréxicas eran los mismos que acumulaban astronómicas deudas privadas.
Entre 2007 y Hasta 2008 estábamos todavía a tiempo de corregir los errores estructurales de la eurozona, con una respuesta europea. Hubiéramos evitado la actual crisis de las deudas soberanas. Ni con un nuevo proceso de integración europeo nos garantiza éxito en la salida de la crisis, el dólar con reserva federal tiene serias dificultades. La continuidad en el cargo de los responsables políticos dependerá de los resultados. Si ni siquiera intentan abrir un nuevo proceso de integración política de la eurozona la derrota está asegurada.
Martine Aubry y Sigma Gabriel, PSF y SPD.
Queda mucho recorrido para un gasto austero, eficaz, eficiente. Aún se puede, señalaba Jordi Sevilla, lograr ingresos públicos equitativos y progresivos, con o sin crisis, no se debería aplicar “presupuestos por programas” (objetivos agrupados, cuantificables y evaluables), una evaluación de la eficiencia del gasto público (falta más atribuciones para la Agencia de Evaluación de Políticas Públicas), un contrato de programas para las Agencias del gobierno (agilita la inspección de cuentas), entre otras medidas. La reforma constitucional nos conduce a un cierre en falso de la crisis del euro.
Sin crecimiento no hay estabilidad. Hace años que en Europa se habla de una estrategia para un crecimiento inteligente, integrador y sostenible. Dejar que las cosas sigan igual, por el contrario, relegaría Europa a la segunda fila del nuevo orden global. Es el momento de ser intrépido y ambicioso, actuar con realismo y responsabilidad. Tenemos la hoja de ruta de la Ley de Economía Sostenible para cambiar el modelo productivo. No supone deuda si estas inversiones nos traen ahorro futuro, ser más eficientes supone menores gastos.
El gobierno tenía una oportunidad única para desde las exigencias de la crisis del euro proponer respuestas globales a largo plazo, un nuevo proceso de integración europea. En lugar de echar manos a la última ocurrencia de un Sarkozy que no propone y Merkel que no actúa.