domingo, 11 de septiembre de 2011

Descrédito del futuro, ¿cómo volver a creer en el progreso? JORDI ORTEGA


Le Monde reunía dos pensadores, Peter Sloterdijk -el “enfant terrible” de la filosofía crítica alemana- y Slovoj Zizek –que integra lacanianismo y critica marxiana a las ideologías. Les invitaba a reflexionar más allá de la crisis financiera, sobre la crisis de occidente. Europa vive una encrucijada. El “estar-en-el mundo” occidental, se define desde el siglo XXVII, es un estar en el futuro. Cuando aparece el “crédito“ la capacidad de hacer promesas en el futuro se amplia. La modernidad se define  como anhelo o esperanza depositada en el futuro. “Vivimos en un mundo futuribles“, resalta Peter Sloterdijk.

Sloterdijk y Zizek

“La crisis de la civilización es la siguiente: hemos entrado en una época en que la capacidad de crédito de inaugurar un porvenir sostenible está cada vez más bloqueada porque hoy se toman créditos para rembolsar otros préstamos. En otras palabras, el “crédito” ha entrado en su crisis final. Hemos acumulado tal cantidad de deuda que la promesa de reembolso en la cual se funda la seriedad de nuestra construcción del mundo ya no puede se puede sostener”. Y, como muestra, Sloterdijk añade “pregunte a un estadounidense como piensa que el gobierno va a devolver la deuda, su respuesta es “nadie lo sabe”, y creo que este no saber es el núcleo de la crisis. Nadie en el mundo sabe cómo pagar la deuda colectiva”.

Zizek recuerda que en la crisis de las "subprimes" de 2008, todo el mundo sabía que era imposible pagar las hipotecas, pero todo el mundo actuaba como si pudiera, “yo lo llamo en mi jerga psicoanalítica una negación fetichista:  sé perfectamente que es imposible, pero de todos modos lo haré”. Para caracterizar la época económica, política, ideológica y espiritual recordaba telegramas enviados entre alemanes y austriacos en la segunda guerra mundial, “aquí la situación es grave paro no catastrófica”. Hoy diría “hay motivos para la preocupación pero no calificaría la situación de grave”.

Paul Krugman de modo irónico habla del “hada de la confianza”. Dicho en términos de Zizek, la dimensión de la catástrofe es de tal dimensión que los gobiernos “no pueden tomare la crisis en serio”. Esperan, quizá, que una dosis de confianza ayude a disolver los problemas. No ahorran gestos que confirman este análisis. Sin disimular la gravedad, afirma que “no se suspende ninguna subasta de deuda pública porque es bueno que se abra la capacidad de España de acudir a los mercados”. No olvidemos que si el Bancos Central Europeo no hubiera comprado bonos de países periféricos los tipos de intereses hubieran sido prohibitivos. Aún así los compran, diría Zizek.


“Se tiene fortaleza de sobra”, todo una demostración de musculatura. La ilusión convertida en real, diría Kizek; unos gobiernos que gesticulan para hacer soportable “el desierto de lo real”. El mercado es la dimensión simbólica de aquello que hemos de calmar. Aquí las solemnes declaraciones: “el gobierno aborda la situación con preocupación, con responsabilidad y con la confianza de que estamos haciendo el trabajo que tenemos que hacer; la reformas de consolidación fiscal y el cumplimiento de los objetivos previstos”.

La responsabilidad de preservar lo que tenemos, en el futuro, no nos lleva a renunciar a los valores de la modernidad, sino a va a redefinir el significado de la civilización occidental. El futuro no es un concepto abstracto, como tampoco lo es el clima. Nicholas Stern cuantificó el valor del clima (podría suponer una pérdida del 20% del PIB). La economía incluye preferencias y valores éticos. La ética analítica plantea no aplicar el tipo de interés que ofrecen los mercados para valorar el clima futuro.

Stern

¿Qué ocurre cuando el futuro deja de tener valor? Tras la crisis financiera las generaciones futuras no sólo van a heredar astronómicas deudas, van a sufrir la exclusión que supone un reparto desigual de oportunidades futuras: la capacidad para satisfacer sus necesidades, en sentido de supervivencia, se van a ver seriamente afectadas. Un escenario inaceptable, ya sea por justicia entre generaciones o por nuestros valores culturales, políticos y ético. 

¿Los mercados financieros va  a invertir en cambio climático? Los mercados financieros, en lugar de invertir para reducir emisiones, innovación tecnológica, invierten en productos financieros. Contratan, por ejemplo, un seguro el clima. Como lo oyen. Del mismo modo que existen  contratos de seguros sobre posible impago de deuda de países, sin necesidad de tener la deuda en propiedad (los ya famosos CDS –Credit Default Swaps). Se puede contratar seguros, prima de riesgo sobre el clima. Es un negocio apostar por el colapso del clima, como lo es apostar por el hundimiento de países y sus economías. Las ventas al descubiertos temporalmente prohibidas desde agosto. No duden que parte de los beneficios se financien campañas en negar el cambio climático. Igual los rumores para rebajar el ranting de la deuda de los países. Ignoro si se ha parado a pensar cómo piensa cobrar la apuesta si ganan.

Las actuales negociaciones del clima se centran en gestionar y planificar de modo diferente estas inversiones. ¿Cómo orientar enormes recursos financieros para que puedan ser compensados, sobradamente, con ahorros futuros? Invertir de modo que no genere deuda, sino ahorros futuros, en coherencia con la austeridad, eficiencia y ahorro. No va a ser los mercados financieros o la actual estructura de mercados de carbono quienes logren relanzar la economía. Serán los mercados regulados, que ofrecen señales fiables a muy largo plazo, como ha sucedido con las energías renovables, las que puedan reactivar una economía verde.

Barroso y Cohn-Bendit

Europa, advertía Barroso, ha de “reconocer que dejar que “las cosas sigan igual” nos relegaría a una declive gradual, a la segunda fila del nuevo orden mundial”. ¿Qué ha de cambiar para lograr un crecimiento inteligente, sostenible e integrado? Gerard Schröder en una entrevista, reconocía el “error fue suponer que la moneda única conduciría inevitablemente a la unión política”. En Ámsterdam, Niza, Lisboa, "los gobiernos comparten diagnósticos y terapias, pero al regreso cada cual hace lo que le viene en gana".

Grecia volvió a caer. El propio Banco Central Europeo se saltó sus limitaciones para comprar deuda de países en riesgo. No es la moneda el que ha provocado la crisis, es la falta de una política europea la que nos lleva al colapso. La ausencia de decisiones políticas está incubando la próxima crisis.  Se abordan los síntomas y se olvidan de las causas.

Holanda salto reclamando la expulsión del euro los países con déficit. Jürgen Stark, el hombre “déficit cero” y el arquitecto del Pacto de Estabilidad dimitía, daba un portazo al Banco Central Europeo que hizo temblar el euro. ¿Se puede, aún, culpar a Grecia por no cumplir con el plan de estabilidad, cuando la terapia aplicada hunde su economía un 7,3% del PIB?


La sentencia del Tribunal de Karlruhe confirmaba la constitucionalidad de la ayuda, aunque esa solidaridad y responsabilidad sólo la puede decidir el parlamento (el Banco Central Europeo no debe anticiparse). Reclama que Grecia reformas estructurales para generar crecimiento. Toda una construcción patológica de la realidad, ¿no acabamos de exigirles recortes masivos?

Sigma Gabriel (SPD) puso a Angela Merkel contra las cuestas en el Bundestag. ¿Cómo hasta hoy habían negado un gobierno económico europeo, habían rechazado la existencia de eurobonus? Recordaba las palabras de Wolfgang Schäuble (CDU, ministro de economía) en Handelsblätt: “sería erróneo la solidaridad si queremos captar del brazo a los griegos”; o de Rainer Brüderle (ex ministro de industria, FPD): “no tenemos intención de dar un céntimo a Grecia”. Angela Merkel se reinventa, ahora en una europopulista defensora del euro.


 
BELGICA-Cumbre de la UE

Merkel


Sigmar Gabriel acusaba Angela Merkel de haber provocado las medidas extraordinarias del Banco Central Europeo, al impedir que el Fondo Europeo de Estabilidad adquiriera deuda soberana. Lo que ayer demonizaba, la compra de bonos, hoy es abanderada de ellos. Impulsando políticas opuestas. El presidente de Baviera tuvo que rectificar, acababa de rechazar la compra de bonos, se excusó en que fue un error de “traducción“; Sigmar Gabriel ironizaba sobre el significado de la palabra traducción en dialecto bárbaro.

Trichet

Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, perdió la calma antes las palabras de Gabriel: “tenemos un mandato que cumplimos… hemos mantenido la confianza en la moneda para ofrecer estabilidad de precios”, se defendió. ¿En qué consiste la política del Banco Central Europeo? Tener un papel neutral como guardián del euro. Pero lo que es bueno para el euro, no lo es ni para los europeos, ni para su prosperidad económica y social. A veces olvida, señala Gabriel, que le BCE forma parte de la eurozona, y no es un solo club de acreedores. De modo irónico calificaba la solución adoptada de “Merkel-bonus”, tras rechazar mutualizar las deudas soberanas.

Merkel se reinventa. Ahora las reformas de los tratados (Maastricht) no deben ser tabú. Reconoce, de modo implícito, que las normas y dogmas ideológicos que cumple Trichet no son los más adecuados para la estabilidad política europea. Rodeada, la "paloma" Angela Merkel, de los "halcones" del Bundesbank, Axel Weber, o de Theo Waigel (CSU), y demás guardianes de la ortodoxia que amenazan Europa.

 
Stark


No abandonar a la Gracia a su suerte, decía Jacque Delors, “no es cuestión de solidaridad, sino de atención inteligente a los propios intereses europeos”. Exigía transferir soberanía fiscal a las instituciones europeas, para abordar con una respuesta europea los retos y desafíos del siglo XXI. Merkel viene rechazando los eurobonus, la participación de acreedores en la solución o una tasa a las transacciones financieras. No deja de sorprender el alineamiento con esa ortodoxia de Elena Salgado, que afirma “los eurobonus es una buena idea, pero no está sobre la mesa”. ¿Qué temas tiene sobre su mesa más importante?
 
La unión monetaria aporrea la puerta para avanzar en la unión política. La política europea ha sido llevada hasta ahora, señala Jürgen Habermas, por las élites políticas; falta una amplia participación democrática. la actual crisis no podrá resolverse con un acuerdo legalmente vinculante con el gobierno afectado, ni con nuevos equilibrios en el marco del pacto de estabilidad. La sensación es que Europa está alimentando el despotismo político. Maastricht o el Pacto de Estabilidad y Crecimiento no puede dar más de si. La integración económica ni la puede traer, inevitablemente -como se pensaba- el euro, ni ser una decisión a puerta cerrada de las élites políticas (con modalidades de manga ancha cuando conviene). Requiere de participación democrática, al ser un acto profundamente político. Esta restricción de la participación generará recelos, ver Europa como parte del problema. Se requiere de apertura mutua de las opiniones públicas nacionales,  medios de comunicación capaces de abrir ofrecer una mirada europea a las controversias políticas. Mostrar que Europa es algo más que un mercado construido sobre un banco que sólo es capaz de ofrecer estabilidad a la moneda mientras la economía se hunde. Una Europa renovada ha de redefinir su proyecto de progreso.