lunes, 25 de julio de 2011

¿Un harakiri de la política europea climática? Jordi Ortega

El Parlamento europeo el 23 de junio retrasaba una crucial votación. El primer ministro de Reino Unido, David Cameron, movió los hilos de altas instancias para evitar una dura derrota. El 5 de julio se rechazaba endurecer las políticas climática europea. No rechazaron una propuesta de ecologistas. Los diputados conservadores tumbaron la política climática europea propuesta por David Cameron y la imagen verde del primer ministro británico.


El primer efecto: el precio de la tonelada de CO2 se desplomó y pasó de 16,24 euros hasta 11,89 euros. ¿Un Lehman Brocker para los permisos de CO2?


La rebelión conservadora se excusaba argumentando que defendía así la economía, la industria y el empleo. Mientras Arcelor, la gran siderúrgica, con un exceso de 97,2 millones de permisos de carbono anuales (que no ha utilizado por la menor demanda), perdía más 400 millones de euros (a 4,3 euros menos el permiso).




En 1997 Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea, no logró aprobar una tasa sobre el CO2. El plan B fue el comercio de emisiones de CO2. ¿Funciona el mercado de CO2? En la práctica ha supuesto una inyección de subsidios a la industria. Sólo los 10 grandes consumidores industriales de energía europeas tienen un superávit de 240 millones de toneladas de CO2 – un nada despreciable subsidio que su valor se desploma por la falta de ambición.




Julia Gillard, presidenta del gobierno laborista australiano, dio, en cambio, un empujón a la lucha contra el cambio climático. Aprobó una tasa de carbono de 17 euros la tonelada de CO2. El gobierno recaudará 7.000 millones de euros. No fue fácil. La oposición lo califica de harakiri político.



La industria había rechazado un comercio de emisiones que ha supuesto en Europa enormes subsidios. Australia recupera pues la propuesta de Michael Rocard que Nicolas Sarzoky llevó rebajada a una tasa de 17 euros la tonelada de CO2. En Francia fracasó.




China, mientras, creará un impuesto de CO2 y un comercio de emisiones.China aún no ha decidido suplantar el papel de potencia que tiene Estados Unidos. La política climática china no responde a sentimentalismos. Se basa en haber identificado sus intereses vitales, la modernización y la estabilidad política interna; sólo puede garantizar con un crecimiento económico que en el siglo XXI pasar por desarrollar una economía verde.



China a nivel externo ve el desarrollo de las tecnologías verdes es una oportunidad para acceder a nuevos mercado que van a demandar desarrollar energías renovables.


Gillard on carbon tax

Julia Gillard defends her carbon price policy in parliament question time. Picture: Ray Strange Source: The Australian


Estados Unidos se va a encontrar en el siglo XXI ejerciendo de potencia del siglo XX. Estados Unidos y Rusia durante la guerra fría sustituyeron el papel de las viejas potencias europeas. China no ejercerá un papel imperial, nunca lo hizo. A no ser que Estados Unidos abdique de este papel, se encargara de mantener el orden mundial, mientras la verdadera potencia será China. Europa ni siquiera es consciente de los ataques especulativos que está sufriendo la deuda de los países periféricos. Ni siquiera fue capaz de crear una “secretaria Europea del Tesoro” como propuso Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo; un acérrimo enemigo de los eurobonus. El antiguo ministro de economía con Angla Merkel, Peter Steinbrück (SPD) proponía cancelar la mitad de la deuda griega, una tasa a las transacciones para poner freno a los ataques al euro.



¿Qué puede aprender Occidente aprender de China? Que un estado fuerte genera oportunidades para la innovación y modernización. China está decidida a reducir sus emisiones un 10% entre 2011 y 2015 con las tasas al CO2 y mercado de emisiones.



En Europa campan a sus anchas, no las inversiones verdes, sino los credit dafault swaps (CDS), que son, en principio, contratos de seguros que protege del riesgo de impago, pero sus derivados sirven para apostar contra la posibilidad de impago sin poseer deuda (lo convierten en armas de destrucción masiva, con que se apuesta contra el euro y la deuda de países).


Europa vale mucho más que la actual deuda griega (aquí la propuesta del SPD de crear una tasa a las transacciones financieras y cancelar parte de la deuda). Basta echar un vistazo a la primera mitad del siglo XX para darse cuenta de lo mucho que nos jugamos.



El cambio climático entraña algo más que un gasto, supone fortalecer una política industrial común que permita a Europa jugar un papel en el siglo XXI de liderazgo en las tecnologías verdes. Es más que evitar la amenaza del cambio climático, supone iniciar el proceso de recuperación económica. Todavía poder aprender de la crisis del 1929. Entonces vivían 2.000 de personas, hoy somos 6.700 millones. Las energías acumuladas en la crisis las debemos orientar de un modo opuesto a que se orientaron en la Gran Depresión. Nuestra batalla debe ser en contra de la amenaza del cambio climático.

1 comentario:

fernando prieto dijo...

espectacular análisis de una de las mentes más lúcidas en temas de cambio climático en España