El estado nación contra una política interior global
A la pregunta de qué papel han de jugar los gobierno subestatales en la lucha internacional contra el cambio climático, Ramón Jauregi respondía que no hay más sujeto en el derecho internacional que los estados nación. Es idea que la soberanía es indivisible, o dicho en palabras de terrible Carl Schmitt “soberano es quien decide el estado de excepción”. La crisis Europea, pero también climática, es una crisis de la democracia y el concepto de soberanía dominante.
En la cumbre de Copenhague ya e dio jaque el multilateralismo de Naciones Unidas. La impotencia para dar respuestas a la lucha contra el cambio climático, al igual que con la crisis financiera, reside en la ausencia de una arquitectura de una política global contra el cambio climático, que sea capaz de desplegar políticas más allá de estado nación. Necesitamos expedir nuevos pasaportes de una ciudadanía que ponga en juego otros actores para que actúen de forma coordinada en el gobierno de las interdependencias mutuas.
¿Acuerdos de arriba abajo, políticas de abaja arriba?
Naciones Unidas no es el poder imperial que se pinta. El poder de Naciones Unidas es precario, basta comparar su presupuesto con el de los bomberos de Nueva York. Ni siquiera puede determinar con autonomía su agenda política. La fuerza de Naciones Unidas radica en su papel de “poder blando” (software) frente ningún “poder duro” (hartware) puede suplantar sus funciones, por más hegomonico que fuera.
Aquellas funciones de seguridad, derechos humanos, etc., que inicialmente tuvo Naciones Unidas se ha ampliado condicionando las políticas internas de los estados . Los estados nacionales, llegados al siglo XXI, forma parte de una densa red de acuerdos internacionales y organismos con competencias propias de la política interna. Mientras Naciones Unidas descarga las enormes tareas de la política interna global en unos estados estos, sin embargo, no tiene una arquitectura de gobernanza que les permita actuar sobre redes horizontales que integres las acciones de una incipiente sociedad global. Faltan los global player.
Los estados nacionales están perdiendo oportunidades e una acción estratégica exterior, con capacidad de legitimidad democrática, al estar atrincherados tras las fronteras nacionales. La desintegración de la división institucional clásica marca nueva constelación para una subpolítica global. Para Ulrich Beck estamos en esos esbozos para configurar un globalcitizenship -que permita asumir esas bastas tareas de una policía interior global a nuevos actores políticos postestatales. Esa nuevas alianzas, más allá de las instituciones, para salvar el clima del planeta.
Asusencia de liderazgo en Doha.
Lo que vimos en Copenhague fue al alianza de dos debilidades, China que no asume responsabilidades del sigo XXI, y Estados Unidos que quiere perder su papel hegemónico del siglo XX. Michel Rocard lamentaba la falta de un liderazgo político. Los gobiernos son conscientes de la necesidad de cooperar para salvar el planeta, pero alimentan una demencia de quienes están dispuestos a destruirlo (http://www.project-syndicate.org/commentary/a-leadership-opportunity-for-obama-and-hollande-by-michel-rocard/spanish).
En la política naciones esta instalada el “egoísmo nacional”. El escollo no es aceptar, o no, una legislación internacional vinculante. Sin liderazgo los gobiernos no son capaces de salir de las trincheras nacionales y actuar más allá de los estados.
El papel de subnations.
En la cumbre de Cancún en 2010 se reconoce, por primera vez, el papel activo de lassubnacions. Es la conocida por “enmienda catalana” –que ideó Josep Garriga (director de la Oficina de Cambio Climático), tuvo el apoyo de Teresa Ribera (entonces secretaria de Estado de Cambio Climático).
Las palabras de Christiana Figueres, Secretaria de la Convención del Clima, costarricense de origen catalán, reconocía que la lucha contra el cambio climático no se pueden abordar de arriba abajo, sólo contando con los estados, es preciso un concepto que engloba la sociedad mundial global que incorporen gobiernos locales, regionales, sector privado y sociedad (http://www20.gencat.cat/docs/canviclimatic/Home/Actualitat/docs/12_11_26_Expectatives%20COP%2018.pdf).
En Durban se reconoció que las subnations (gobiernos locales y subestatales) puedan asumir compromisos dentro de la convención, con la misma vinculación jurídica que países como México, Brasil o China. ¿Tiene sentido que los gobiernos sub-estatales sean reconocidos a nivel internacional y sigamos jugando con un concepto indisoluble unidad de la nación?
Más allá del estado nación.
Quebec, a pesar de que Canadá no quiere asumir compromisos a partir de 2013, se plantea metas más ambiciosas para 2020. Seguirá en las negociaciones como subestado. ¿Pide permiso a Canadá? Tampoco California y otros Estados Federados de Estados Unidos piden permisos para jugar en la arena de la política internacional como nuevos ciudadanos de un mundo que amplia sus horizontes.
Alex Salomond se reunía el presidente de Baja Sajonia. No para presentar su plan soberanista. Cerraba acuerdo con universidades de Hanover, más tarde, para impulsar un sector energético sostenible y seguro alrededor del mar del norte. Regresó con un acuerdo para crear unas super redes (super grid) en el mar del norte que da el pistoletazo de salida a masivas inversiones en eólica marina. Escocia y Baja Sajonia quieren superar el 100% de renovables en 2020 (http://www.scotland.gov.uk/News/Releases/2012/11/lower-saxony-cabinet20112012).
El acuerdo busca “atraer grandes beneficios, no sólo para la Baja Sajonia y Escocia, también para la Unión Europea en su conjunto”. Valdría la pena que Cataluña, demás de participar en jornadas de The Climate Group, sea capaz de descubrir el potencial estratégico trabajar en redes horizontales con otras actores subnation. ¿Y dicen que no podemos hacerlo?
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